Conocí a Isabel porque Machado, su entrenador, me comentó que tenía una infantil extraordinaria (y así era). Después de verla informé a la RFEBM y vino a la concentración de Masamagrell donde Aldeguer y yo – que entrenábamos a las promesas femeninas – la valoramos como la segunda mejor jugadora aunque ella era todavía de primer año.
Tres años después, con 16 años, decidimos pasarla al equipo de División de Honor. Durante los cinco años que compartí los entrenamientos con ella hubo de realizarse un duro trabajo porque, a las brillantes cualidades que poseía, había que unir otras necesarias para ser una jugadora de gran nivel y ello era difícil para una chica tan joven a la que todo el mundo le dice que es la mejor. Hablé con Torrescusa (Seleccionador Nacional entonces) y le recomendé que la llevara a la absoluta, pese a su juventud; aceptó y enseguida coincidió que tenía un futuro prometedor. En los años sucesivos terminó siendo uno de los valores del equipo nacional.
Quizá su deseo de ser mejor le llevó a Dinamarca y creo fue una decisión valiente y fundamental en su carrera. Allí aprendió el verdadero sentido de ser profesional y aceptar que cada deportista tiene su momento; también su fugaz paso por Valencia le permitió aprender las exigencias que conlleva el ser un profesional cotizado.
Tras este camino su regreso a Alicante mostró que había acabado de consolidarse como líder dentro y fuera del campo. Su esfuerzo y decisión le valieron el respeto de compañeras, directivos y entrenadores. En su tercera temporada en este club tuve la suerte de volver a entrenarla en el que creo ha sido su mejor año deportivo. Capaz de transformar un promedio de ocho goles por partido en Liga y Recopa de Europa, asumió el riesgo en las condiciones más difíciles dando siempre la cara y demostrando que se podía confiar en ella; fue pieza clave para que este equipo llegara a la Final.
Por todas estas reflexiones sobre su vida deportiva considero que Isabel merece esta distinción pero también por los valores que atenaza su persona (transparencia, aspirar siempre al máximo, espíritu de sacrificio, honestidad) y porque Isabel no es sólo Isabel, sino el símbolo de tantas jugadoras de Elda que han escrito durante muchos años una página brillante en la historia del deporte de nuestra ciudad.
Angel Sandoval.
Entrenador de Balonmano
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